Galería 11-12

Juan Carlos Zúñiga criado en Nicoya, Guanacaste es un joven artista profundamente interesado en estudiar las raíces histórico-culturales de su terruño. Su obra plástica refleja esa intensa preocupación en todas sus facetas. Zúñiga investiga de forma exhaustiva en su deseo de encontrarse con la huella de sus orígenes. Entiende el meollo de la estructura social en la que creció como una fibra ensartada en la urdimbre del cruce de caminos entre culturas, con una dimensión histórica y una presencia cuyos rasgos se viven aún hoy día. Familia, costumbres, gastronomía, vestigios del pasado y fuerzas vivas en el tejido de lo cotidiano le acompañan en este recorrido que le permite experimentarse vibrante en la autenticidad de formas de vivir con arraigo ancestral. Conoce los imaginarios que se cruzan en su formación humana y también ama y aprecia las vetas que le permiten asomarse a los espacios y lugares en los cuales se forjaron los rasgos fundacionales de su esencia socio-cultural. Zúñiga es un joven actual quien se desarrolla en un mundo contemporáneo, como muchos otros; pero, los ligámenes con el pasado, la memoria y la familia, lo remiten a los fundamentos culturales de su región. Esta inquietud le lleva a investigar ese legado del cual se siente parte. Polifacético en su expresión visual, Zúñiga explora el espacio, la pintura, el grabado, el dibujo y la cerámica. Se interesa en la materialidad de las obras y esto le conduce a la exploración de materiales y de formas para generar una estética singular que le representa. En el trabajo de Juan Carlos Zúñiga existe una cohesión profunda entre métodos de trabajo, procesos técnicos, materiales, formas y discursos. La unidad entre estos elementos es indisoluble porque el vínculo que existe entre cada aspecto es esencial y responde a necesidades que se fusionan en un acto creativo complejo, una encrucijada en donde el diálogo entre historia y cultura y el enlace de estéticas varias tiene lugar como resultado ineludible de los condicionantes que lo rigen. Juan Carlos Zúñiga trabaja con el barro que extrae de una cañada cercana a su pueblo, hornea en un horno de barro hecho por él mismo bajo la mirada atenta de sus parientes, ata el cuero como en las albardas, sueña con las leyendas que encontró en el regazo de su abuela, degusta las rosquillas salidas del maíz que se cultiva en los predios familiares, rescata entre los pastizales quemados por el sol los vestigios de una cerámica ancestral y también los signos presentes en petroglifos de la región, los cuales le inspiran y a los que convierte en signos para poblar su pintura. Zúñiga pertenece a su entorno y por ello le conoce y le ama en cada empaste, en cada modelado, en cada textura, color y composición; esta unidad integral constituye el sello maravilloso de su arte. Petroglifos, signos, indicios ancestrales, naturaleza, conciencia y pautas culturales de hoy y de ayer atraviesan su trabajo desde su misma razón de ser y unen -en una particular iconografía- ideas visuales del arte del siglo XX con elementos y texturas que son ecos de un pasado aún presente de distintas maneras en los molinos de lo cotidiano en su natal Nicoya. El mestizaje originado a lo largo del tiempo y su impronta en el sentido de identidad estructuran discurso y plástica en la obra visual de Juan Carlos Zúñiga. La obra que hoy se presenta al público respira la lealtad y la conciencia plena de la autenticidad de una región aún no incorporada en las temáticas del arte costarricense, generalmente vinculado con las preocupaciones de artistas e intelectuales quienes responden a inquietudes de la metrópoli, olvidando lo vasto y diverso del abanico de la cultura nacional. En las piezas de Zúñiga, fuego, agua, tierra, cuero y fibra modelan una sensibilidad particular en la que se respira la conversión que el artista hace de lo cotidiano y de lo natural para transformarlos en forma y tema que pasan a ser materia de lo artístico. Lenguaje visual y materiales se convierten en motivo importante de la obra del joven Zúñiga. En sus piezas: esgrafiado, mezcla de componentes y sustancias, texturas, empastes, materialidad e hibridez de géneros y procesos técnicos coexisten sin fronteras en soluciones compositivas acertadas que revelan el conocimiento que Zúñiga posee de las posibilidades expresivas de los elementos de la comunicación visual. Sus obras revelan la impronta de referentes artísticos como Fabio Herrera, Antoni Tápies o Miguel Barceló, autores que Zúñiga conoce y admira y cuyos principios estéticos ha llegado a comprender y a asimilar. La unión del arte ancestral indígena con la modernidad visual le permite a Juan Carlos un fructífero enlace entre el pasado y la plástica nacional y europea del siglo XX. Esta fusión le concede, además, un perfil estético singular que lo distingue. Un motivo subyacente en su propuesta es el de la mujer, noción vinculada con el maíz, la cocina, el horno, la llama, el calor, los relatos y el cuido esmerado de legados culturales. Sus "piezas precolombinas" -vasijas de amplias caderas- modeladas o pintadas, exudan una matriz femenina de las cosas, a manera de ofrenda para deidades antiguas de la fertilidad y la tierra. Lo femenino está presente a su vez, en el barro mismo y en su amasado, así como en la evocación de recuerdos de infancia que remiten al fuego del hogar, a lo nutricio y a la magia de la leyenda. Juan Carlos Zúñiga nos ofrece en esta exposición la sincera reflexión sobre sus orígenes y sobre la médula de su ser guanacasteco, reformulando -desde una óptica actual- su percepción de un pasado ya casi olvidado y de un presente poblado de los ecos de la forja de una historia y una cultura en una región rica en legados y patrimonios. Efraín Hernández Villalobos Historiador del arte.

S.t. De Los Petroglifos De La Cruz, Gte

80x100cm

Abstracto

Farallon #1

100x80cm

Abstracto

Nocturno En El Jaragual

70x60cm

Abstracto

Objeto Arqueologico

60x55cm

Abstracto

Farallon

40x60cm

Abstracto

Farakkin #4

80x80cm

Abstracto